Publicado por: David Padilla g domingo, 27 de julio de 2014

       

“Se fue la luz”, indica entre la obviedad la doña del apartamentoEn esta oportunidadlas dos de las cuatro horas a la semana del sistema de racionamiento que impone Corpoelec toca entre las 9 y 11 de la noche, o al menos ese es el tiempo que se estima.

En automático se enciende ese protocolo que se ha creado silenciosamente, de forma progresiva ante las repeticiones, donde cada miembro de la familia se alinea para ir a ese punto en el que se ha convertido la terraza, refugio ante el sofocante calor.


“Te asomas por aquí (señala la ventana del estudio) y ves como este otro sector está con luz”, dice Juan, el hijo mayor de la familia. Vive con su mamá,  hermana, hermano y su abuela.


Desde que reiniciaron los ciclos del llamado “Plan de restricción del servicio” (antes denominado “Plan Nacional de Administración de Carga”) siempre les había tocado en momentos donde todos estaban en clases o trabajaban, pero en los últimos meses se han acentuado las interrupciones en horarios donde todos confluyen en la vivienda.  


En su kit de emergencia se incluye una pequeña linterna que compró en el supermercado y un Nintendo 3DS. Comenta cómo en su casa al principio hablaban entre ellos. “Pero ya sólo nos limitamos a esperar (…) mi hermanito sabe que lo primero que debe hacer es agarrar el celular y tuitear”, indica.


A su juicio, una de las prácticas que le dejó los eventos de febrero de 2014 fue reportar en la red social con hora y lugar para que quede reflejada la denuncia, en este caso con el hashtag

 #Sinluz.


“Mi mamá le tenía como miedo a su celular pero con el tiempo libre le ha dado por aprender todo eso”, dice mientras guarda con cuidado lo que considera su arma de protesta: su teléfono inteligente.


Juego a oscuras


Beatriz (o Betty, como le gusta a la mamá de Juan que le llamen)  después de aprender a usar Twitter y Facebook a través de su celular, dice que se olvidó de los canales de televisión que usualmente veía. “Cuando vienen los apagones es que más reviso todo esto”,señala.


Desde que el servicio comenzó a fallar de noche, bajaba los doce pisos del edificio para compartir con los vecinos. “Allí fue que me enteré de que juegan dominó cada vez que se va la luz y hasta un torneo tienen armado con la torre B (el edificio hermano dentro del conjunto residencial)”.

En el salón de festejos de la vivienda se consiguen pocas personas para la cantidad de cerveza que hay. Se mantienen frías, según destaca Betty, porque la nevera de la conserjería escarcha (mantiene el hielo adherido a sus paredes) y pasan horas antes de que se descongele.


El conserje, con remarcado acento colombiano, lo confirma: “Si el apagón cae un jueves o viernes, aquí amanecen bebiendo y jugando incluso después de que regrese la luz”.

Pese a no jugar, Betty asegura que gracias a esta situación pudo ver tanto a opositores como oficialistas contando bajo una cerveza light bien fría y “trancando” la partida, cómo les molesta lo que se vive en el país.


“Yo trataba de mantenerme calladita pero siempre salía el tema de la escasez de cualquier vaina y hablaba. Por lo menos no era la única”, afirma.


Dejó de asomarse a la actividad comunal cuando su mamá no la acompañó más. “Ella ya no quería bajar las escaleras y yo no la iba a dejar sola arriba”. Las actividades entonces se mantienen en casa con abanico teléfono en mano.    


Al preguntársele sobre alguna reflexión de todo lo que ha visto, no lo piensa mucho porque las interrupciones de electricidad le han dado –en apariencia- la oportunidad de construir la respuesta: “El estado, con la ley del trabajo, nos da dos días continuos de descanso que por alta inflación no puede ser más que en la casa (…) pero llegas y no hay luz y tampoco agua porque además de que está racionada la bomba enciende solamente con electricidad. Ya casi que va a ser insufrible hasta respirar”.

La bombilla se enciende tras dos horas, anunciando que se acabó el racionamiento, al menos por ese día. La misma fila que llevó a Juan y a Betty junto a su familia a la terraza los lleva a sus camas. El último que queda, que decidió rezagarse o simplemente fue al baño, le toca apagar la luz y dormir.


Crédito imágenes: propias (2014)

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