Archive for enero 2015

Mi vida en blog 10 años después

Fue el 25 de enero de 2005 cuando publiqué mi primer post en un cutre blog llamado Dawarg. Tenía unos seis subdominios y era caótico para escribir, editar o almacenar una imagen. Pero era feliz. Podía escribir junto a una comunidad local que se unía y compartía pensamientos a pasos voraces.

Recuerdo que leía cada actualización en sitios como To2Blogs que mostraba el título y las tres primeras líneas de las llamadas bitácoras con la misma velocidad de como estuviésemos describiendo hoy el timeline de Twitter. La diferencia es que al hacer clic en cada enlace te abría una nueva publicación, una lectura que se convertía en la visión personal que cada uno de los venezolanos tenía de Internet.

Para esa primera entrada agradecí a Melvin Nava el haberme dado el espacio. Él, con lo que hoy se llama Venelogía,  se llenaba de nuevos comentarios con solo redactar algunas palabras. Incluso, me llegó a invitar a una de las pocas reuniones que se realizó en Maracaibo (a la par de otras partes de Venezuela) y que contó con la participación de un puñado de entusiastas que crecieron en estos rincones de la Web.

No pasó mucho tiempo cuando llegó el boom. Tocó llamar al apartado de Flickr “fotologger” y a los que incursionaban en Youtube “Vloggers”. El fenómeno dio paso a la especialización de contenidos y de allí a plataformas como Noticias24 donde las noticias tenían otro formato diferente a lo que habíamos visto en diarios, televisión y radio.

El final de 2007 y la llegada de 2008 convirtió a Barquisimeto en uno de los epicentros de la creación de blogs en este trozo del continente. Esa misma comunidad y camaradería conocería poco a poco Twitter mientras Facebook entraba en los tiempos de su máxima popularidad.

Yo para entonces me deslindaba lentamente de mi trabajo en una tabacalera y me incorporaba a Venelogía. No puedo negar que fue el comienzo de unos años en los que disfruté ese ambiente de más de los 140 caracteres que más tarde sustituirían a los blogs.

Me dediqué al blogging universitario con un experimento estudiantil llamado No te eches el polo. Era una plaza para la escuela de Comunicación Social de la Universidad del Zulia que no solo sirvió como vitrina para exponer mi trabajo (y finalmente conseguir empleo en este mismo centro de educación superior) sino para atrapar a un cardumen que se identificó con la causa.

Twitter después anidó con fuerza. Ya el Presidente de la República de turno había prometido abrir su cuenta y la movilidad mediante equipos telefónicos terminó de opacar en pocas frases lo que los blogs ofrecían. En el exterior de la nación algunos como Hipertextual y WeblogsSSL aprovecharon el vuelo y consolidaron imperios en base a la creación de estos otrora experimentos.

En Venezuela se diluyeron pese a esfuerzos de organizaciones no gubernamentales y activistas por reavivar este fenómeno mediante talleres y foros.  Las etiquetas #InternetNoesLujo y #FreeMediaVe además de los procesos electorales acrecentaron la presencia de más usuarios en redes sociales en lugar de los blogs.

Yo me perdí en otros proyectos internacionales bajo la promesa de dólares con pago bajo PayPal. No cultivé marcas ni nombres. Mi blog perdió el dominio y después de graduarme abandoné cualquier nexo con No te eches el polo pese a que un año antes había ganado el segundo lugar como “blog de estudiante de comunicación social o periodista” en los premios 2.0 de la ONG Espacio Público.
Los blogs eran una experiencia del pasado, un pesado corsé para el vestido de coctel que lucían Tumblr y Twitter.

Los encuentros de tuiteros eran más comunes que de los bloggers. Ya no había rastro de To2blogs ni Veneblogs pero sí de expertos, de campesinos en Internet que automatizaron sus arados y ofrecían productos de calidad así como explicaciones de cómo habían llegado a sus posiciones de honor junto a tímidos proyectos de podcasts.

No fui ni al infierno ni al cielo en este apocalipsis 2.0. Me mantuve en un limbo que me arrastró hacia la gente de Radio Nederland Wereldomroep. Les había gustado mi interacción, mis conversaciones en Twitter y pedían textos, largos esbozos para ser reflejados en sus espacios, similares a blogs.

Escribí. Recogí información de Facebook, de Twitter, de las camioneticas y de otros tipos de transporte público para compilárselos. Me premiaron. Me dieron más líneas para escribir.

Quise guardarlo todo pero decidí compartirlo. Así revivió mi blog, mi nombre Dawarg con otro formato y otro subdominio, el de Google. Los comentarios, el feedback, me incentivaron a crear contenido original, más ligero, y mostrarlo bajo nuevas líneas.

El 25 de enero de 2015 mi blog cumplió diez años. En un aeropuerto sin Wifi pensé en escribir algunas líneas pero no se me ocurrió nada. Me senté una semana después a analizar y a describirlo como un espacio increíble, una experiencia que repetiría y que seguiría mostrando como lo hago ahora: enseñando en aulas de la Universidad del Zulia, en talleres y una que otra publicación donde sigue siendo intimidante, como la primera vez, escribir en este lienzo en blanco al que llamamos blog.

Imágenes: Google Images (sin autores conocidos) 
viernes, 30 de enero de 2015
Publicado por: David Padilla g

Washu washu

Foto: Propia (2007)
Comienza la jornada en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia. Son las siete de la mañana y los alumnos se congregan en ese templo que llamamos salón de clases.

Les indico como profesor una actividad en la que increíblemente se quedan todos callados a largos ratos. En uno de esos tantos silencios se escucha de fondo, en las afueras,  a dos jóvenes en el comienzo de sus veinte años. Uno canta -en lo que parece- un horrible vallenato mezclado con reggaetón en inglés.

Los estudiantes lo escuchan y se ríen. Una segunda voz sobresale del pasillo para callarlo.

-Mirá mardito, si vais a cantar en inglés cantáis bello porque lo que andáis gritando es puro washu washu que espanta.
viernes, 16 de enero de 2015
Publicado por: David Padilla g

El bazar de los alternativos


Venezuela sigue albergando a emprendedores que usan pequeños espacios para mostrarse con marcas y talentos locales como alternativa al comercio tradicional.

Publicado originalmente en El Toque, de RNW

 “Dijimos temerosamente: vamos a ver qué sale de aquí”, comenta Johana Cruz, para entonces de 27 años, al explicar cómo se planteó lanzar junto a su excompañera de universidad, Luisana Delgado, un bazar itinerante de marcas independientes en la ciudad de Maracaibo.

Para el momento no eran muchas las opciones en su futuro. Estaba desempleada, hastiada de trabajar para alguien más y definitivamente quería ser su propio jefe. Ambas tomaron así la idea de que había “mucha gente diseñando” sin saber que tan amplio era este mercado.

Comenzaron con el pensamiento de unos tres expositores en un local que hace las veces de centro nocturno. En la convocatoria se anotaron más de 30 personas pero al final asistieron 50 quedando otro buen lote en lista de espera.

“Allí vimos que este movimiento tenía fuerza en la ciudad y en el país, además de que había un vacío porque mucha gente estaba haciendo cosas con sello propio pero no tenía dónde ni cómo exhibirla para la venta”, asegura Johana.

Así nació lo que hoy se conoce como Bazar Más, una iniciativa que cuatro años después de ese inesperado comienzo sigue albergando en esporádicas presentaciones en hoteles a diseñadores y vendedores relacionados con el mundo cultural, de la moda, de los accesorios y hasta de la gastronomía local.


En ese 2010 en el que Venezuela volvía a tener oposición dentro del Parlamento Nacional y en el que recordaría su acentuada división política en la renovación de alcaldes y gobernadores, se hicieron a casa llena cuatro ediciones de este particular mercado en menos de tres meses.

Fue a partir del segundo año cuando Bazar Más se consolidó en un frente comercial para un perfil de emprendedor, en apariencia disperso e irreconocible en la región, que llamó a su vez a un público ansioso por explorar alternativas a los comercios tradicionales.

“Cada vez tenemos más y nueva gente participando –afirma Johana-, más gente asistiendo. Hay muchos que nos escriben mediante las redes pidiendo nuevas ediciones porque saben la calidad de los expositores que tenemos”.

Esta experiencia ha mutado añadiendo a su catálogo un programa de radio pero también en un punto en la agenda en que ambas chicas se aseguran de que una fundación u organización sin fines de lucro se beneficie con eventos relacionados, como un desfile de modas utilizando diseños de las marcas presentadas.

Más allá del bazar

Un día normal empieza a las ocho de la mañana con la decoración del salón y del montaje de las mesas de exhibición. Tanto Johana como Luisana manejan un estimado de 89 espacios para más de 100 expositores que comparten áreas dependiendo de si son marcas pequeñas, grandes o con intereses comunes.

A partir de mediodía y entre nueve a nueve y media de la noche comienza a fluir como río tras la lluvia un buen grupo de gente que prueba, mide o calza una cantidad inimaginable de productos artesanales que cancelan en efectivo o débito y crédito en el área comercial designada.

“Hasta que no se vaya el último cliente no se cierra el bazar. Quizás el día después es cuando toca lo más duro porque es la parte administrativa”, reconoce Johana.

En cuatro años de cambios de locación, de recoger mesas y de sacar cuentas, ha sido el contacto con la gente lo que le ha quedado a este par de egresadas de Comunicación Social como parte de su anecdotario. Usa como ejemplo a unas chicas del último año de bachillerato que comenzaron haciendo sus accesorios utilizando a Bazar Más como vitrina y que hoy en día están a punto de mostrar su exhibición en un local de su propiedad.

“Hemos conocido gente maravillosa. Muchas personas han crecido y han montado su propia tienda. Ya establecidas –continúa Johana- dejaron de participar abriendo espacio para otras marcas aunque hay muchas que aun así siguen acompañándonos en cada edición porque el público que va a no es el mismo que asiste a un centro comercial”.


Al reflexionar sobre el valor de este mercado en un país con una economía donde más del 40% de su fuerza laboral es informal, no duda en decir que hoy muchos venezolanos siguen teniendo miedo en abandonar su puesto laboral y que su reto a futuro será seguir mostrándoles opciones para seguir progresando en el país.

“Hay personas que tienen talento –indica-  pero no se arriesgan a dejar su trabajo porque no saben qué puede pasar. Hemos visto gente que una vez que arranca, ve el potencial que tiene su negocio de manera organizada y con trabajo constante de calidad. Venezuela necesita gente así, gente que crea en lo que tiene y que le guste lo que hace y que en un trabajo de quince y último definitivamente nunca lo conseguirán”.

Fotografías: @bazarmas
domingo, 11 de enero de 2015
Publicado por: David Padilla g
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