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Otro días más


Despierta. Son las cinco de la mañana. Ya hay cola en el baño de su casa. Espera media hora, una hora, hora y media. Llega su turno. Se acaba el agua del tanque y desde hace dos días no llega de la calle. Le toca buscar agua de la pipa en el patio para bañarse y luego de unos envases para cepillarse los dientes. Sale a trabajar.

En el camino se tropieza con el mal asfaltado, las aceras irregulares de Maracaibo y con los abusadores al volante. No compra comida en la calle. Desde la escasez de agua, la buena manipulación de alimentos queda entredicha. Llega al trabajo.

La jornada laboral es hasta mediodía por la falta de agua en los baños. La señora que limpia grita más tarde que hay harina de maíz, mayonesa, desodorante y papel sanitario en el supermercado de la esquina. De las cinco horas laborales, se ausenta dos.

La cola en el supermercado es inmensa. Por la medida regional que busca disminuir el contrabando fronterizo (denominado simplemente bachaqueo) debe comprar casi el 10 por ciento de un sueldo mínimo. No puede llevar uno o dos unidades por rubro de los productos regulados si no lo hace.

Llega a su casa. No hay luz. La compañía eléctrica la volvió a quitar pese a que en su cronograma había dicho que no era ese el día de racionamiento.  Se va al cine para pasar esas dos horas. El aire acondicionado del mall funciona a media máquina por miedo a sanción gubernamental por gasto energético.

En la taquilla le advierten que puede irse también la luz y que si sucede le reembolsan el boleto. Ya lo sabe. Le ha pasado. Tras la película, quiere ir al baño pero en los cines están cerrados. De los seis que hay en el centro comercial funciona uno con agua únicamente  en las pocetas. Se clausuraron los lavamanos por el asunto de la sequía.

Se va a clases. Pide agua embotellada y le dicen que no hay desde hace semanas, posiblemente porque no pueden fabricar las tapas o el propio envase. En el salón la gente se queja de la cola para la gasolina porque se anunció el posible aumento de su precio, de la modelo que asesinaron, quemaron y lanzaron a la orilla de una carretera y hasta de una joven que no pudo recibir el título durante su graduación porque no se consigue el papel para elaborarlo.

Regresa a casa. Afortunadamente el agua entraba por las tuberías. Recoge una buena cantidad en pipotes y en el tanque porque no sabe cuándo puede volver. La compañía hidrológica dejó de publicar en su sitio Web los horarios de distribución. Pese al cansancio, espera. Mientras tanto se pone al corriente con las amistades por teléfono o Internet. El día para todos ha sido casi lo mismo pese a vivir en distintas partes de Venezuela.

Se quiere ir. Tal vez viajar o emigrar. Tiene tarjetas de crédito de sobra pero no hay pasajes ni vuelos. Se limita a maldecir al gobierno y a enumerar las tareas pendientes. Se baña, viste y se tira a la cama. Duerme. Espera otro día más.

Crédito imagen: propia (2014)
domingo, 10 de agosto de 2014
Publicado por: David Padilla g

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