Archive for marzo 2014

¿Quién puede mediar en el conflicto venezolano?

Sin crédito. Publicada por El Toque. 
La situación en Venezuela se mantiene en tensa calma esperando las vías de la solución mediante el diálogo.
La paz se ha convertido en Venezuela en un producto como el pollo o la harina: de gran valor, escasea y muchos hacen cola por ella, o al menos dicen que la hacen. Su ausencia no viene por un proceso de dos días sino de una de serie de acciones sistemáticas a través de los años que se intenta un diálogo como posible solución.
Oposición y oficialismo, incluso desde artistas y cantantes como Cher hasta Gilberto Santa Rosa (pasando por Calle 13 y Jared Leto) reconocen que hay que conversar para obtener la anhelada tranquilidad. ¿Cómo sentar entonces a esas dos mitades del país que a simple vista parecen incompatibles, distantes, tan resbaladizas como el agua y el aceite? “Un mediador”, gritaría alguien en el fondo del auditorio al escuchar esta ponencia.

El problema ahora se plantea como si fuésemos chamos y nos estuviesen leyendo un cuento: ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién sería nuestro Chapulín Colorado que al escuchar nuestro grito de ayuda brinca en medio de la situación y resuelve el conflicto?
El catolicismo al rescate
La Iglesia Católica tiene un gran reto en Venezuela. Entre 72 y 88 por ciento de la población total se estima que son feligreses. En una entrevista reciente, el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa, indicó que el diálogo era “necesario y posible”. Pese a que en el mismo texto mantiene una clara postura en contra del gobierno, no niega que los sacerdotes puedan mediar en toda la situación.
El problema es no ver los baches en esta calle desde ambas aceras. El Gobierno de Hugo Chávez ha mantenido confrontaciones con el catolicismo por temas que van desde el activismo político hasta la eliminación del subsidio a centros educativos religiosos.
Es el primer punto lo que ha causado quizás más comezón en los que usan la camisa roja. No es lo mismo que un hombre en sotana mencione durante la homilía el problema que se ha convertido conseguir leche a expresarse en contra de las políticas de la “Revolución”.
El ejemplo más reciente pudo verse durante la revuelta de febrero pasado con el Padre Palmar (ese personaje variopinto que siempre nos recordará cómo acompañó al “Comandante Supremo” en sus años mozos) que llegó a ser herido por acompañar en sus consignas a los estudiantes.
Ya no estamos hablando de un sector que ha visto todo lo ocurrido apoyado desde la baranda sino que también se ha sido afectado, como todos, por esa doctrina de “si no me apoyas, estás con el enemigo”.
De tú a tú
La última vez que la oposición y el oficialismo lograron un acuerdo fue en diciembre de 2013. En ese entonces, el gobierno de Nicolás Maduro y los alcaldes electos de las toldas que lo adversan hablaron.
No fue la conversación más fructífera que se ha tenido en esta tierra pero llegaron a puntos en común, o al menos se miraron las caras y tomaron notas, como si se tratase de un choque entre autos y estuvieran intercambiando los datos del seguro.  
Ése ha sido el único intento real de diálogo entre ambas partes. Después del horrible mes de febrero, las conferencias de paz han tenido una tibia recepción por los factores políticos.
"Miraflores no es hoy un escenario para el diálogo y no lo será mientras sigan actuando bajo chantaje", dijo en su momento el opositor Henrique Capriles. En entrevistas posteriores reveló que no asistía porque sería darle pie al festín de Maduro y su combo.
¿Cómo desarmar con la palabra si te dan el micrófono y lo retiras de tu cara porque las condiciones no son como las quieres?
El sector privado sí lo aprovechó. Lorenzo Mendoza, presidente (de las difamadas) Empresas Polar aceptó conversar y expuso, en 12 ilustrativos puntos, qué está mal en Venezuela y cómo se podría hacer para solucionar los problemas que realmente le competen. 
El atrevimiento, bien argumentado, tuvo repercusión mediática e incluso incidió en las acciones siguientes del gobierno. Pese a que sigue la escasez, la inflación, la inseguridad y la represión, para ese momento fue más efectivo el tú a tú, el cara a cara, que estar hablando en pequeñas ruedas de prensa, que se difunden cada vez menos en los medios, asegurando que el contrincante tiene miedo a debatir. 
Que nadie se engañe con las condiciones para hablar. No son las ideales pero al menos pudieran ser pequeñas ventanas donde el “rating” a los canales del estado venezolano obligan a cumplir, a mantener un discurso coherente a la situación. 
Lo que nos queda
En 2003, tras el paro petrolero y de la actividad económica en Venezuela, fue un expresidente estadounidense, ganador del premio Nobel de la Paz, el que logró mediar en el conflicto criollo.
Por aquel entonces no había escasez de productos, no se eliminaba un canal de tv de la operadoras sin el debido proceso, o se reprimía las protestas con la intensidad con la que se hace ahora. 
La OEA, con la fallida intervención de la diputada María Corina Machado, demostró de parte de quién está. Unasur nunca envió la comisión que prometió embarcar hacia nuestro país para analizar la situación. Esto deja el camino abierto para resolver todo desde adentro, sin mediadores, sin la tabla de la mesa que le hace falta a este par de patas tambaleantes. 
(Video de María Corina Machado que no pudo mostrar en la OEA)
Si hubiese alguno, una de las partes debe ceder en su criterio de “solvencia moral” para lograr integrarlo al diálogo para que finalmente ayude a solucionar este juego de “hashtags” en Twitter, de intolerancia y de desconfianza. 
Por ahora vivimos en la tierra donde sigue siendo necesaria la paz tanto como el pollo y que requiere entender la frase que inmortalizó otro mandatario norteamericano: se puede ganar con la mitad pero no se puede gobernar con la mitad en contra. 
domingo, 30 de marzo de 2014
Publicado por: David Padilla g

¿Adiós a las protestas?

Sin crédito. Publicada por El Toque
Las protestas estudiantiles en Venezuela llegan a un punto clave ante el llamado de las universidades de reiniciar actividades académicas.


Se despliega el comunicado a media página. Las universidades del país, a través de sus autoridades, se pronuncian en varios diarios nacionales. Piden que cese la hostilidad. Que comiencen las clases. Que todo vuelva a la época en la que igual había inseguridad, inflación, desabastecimiento y caída de la producción nacional, pero no existían protestas. 

Van 26 días de manifestaciones. 23 muertes. 41 personas privadas de libertad. 1224 detenidos. La parte burocrática de la academia quiere que finalice esto, que haya paz y le da la palmadita de consuelo en la espalda a los estudiantes. El padre susurrara al oído: “ya hijo, es hora de continuar”. 

”¿Así o más claro?”, desafía en Twitter un venezolano en el comienzo de sus veinte. El tweet muestra el mensaje ”prefiero perder un trimestre o semestre de mi carrera que perder mi carrera al graduarme y vivir en un país sin oportunidades”, acompañado de la consigna ”el que se cansa, pierde”. 

La verdadera prueba, la que definirá este juego, se toma entonces en la calle y no en un pupitre dentro las universidades. El decálogo de rebeldía viene con nueva pregunta: continuar con marchas, movilizaciones, barricadas en calles y hasta cacerolazos o ceder, guardar los macundales y dar marcha atrás utilizando la frase inmortalizada por Hugo Chávez Frías: por ahora. 

Carlos Garcia Rawlins | Reuters
La protesta. En 2007, los estudiantes lograron revertir a favor de la oposición los resultados del referendo que el chavismo reconoce abiertamente como su ”única derrota” electoral. En 2009, las toldas le dieron una fría nalgada a la causa porque todos los políticos se veían beneficiados con la petición del presidente: tener la infinita oportunidad de relanzarse al cargo. 

En 2014, con nuevo mandatario, con una desconocida pero vigente crisis económica y sin votaciones a la vista, los estudiantes responden al llamado de ”La Salida”, el paquete de manifestaciones en parte del dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López.

La protesta incluye a las barricadas, esas incómodas estructuras que han colapsado ciudades venezolanas durante tres semanas contínuas y que tienen tantos fanáticos como detractores.

En algún momento de esta historia, un ala de los partidos que adversan al oficialismo criticó la  imposición de estos obstáculos en las calles. Los propios vecinos, a los que se les hacía el llamado de atención, las rechazaron.  Sin embargo, siguen en algunos municipios. 

Sin liderazgos designados, con sorpresiva capacidad de movilización, esta forma de criticar a la administración de turno fue tomada por jóvenes vestidos con zapatos de goma y jeans, de celulares con Twitter y Zello en mano y con ideas difusas que el gobierno logró aclarar tras sus métodos de represión y de censura. 

Estos grupos lograron posicionar en el mundo la situación de Venezuela en tiempos de hegemonía comunicacional del estado, de escasez de papel para periódico y de bloqueos selectivos en Internet. 

Por eso el siguiente paso, en el que encuentra en su camino el dilema de regresar o no a clases, resulta tan esencial en el conflicto criollo como lo fue en su momento el proceso electoral de 2009 para el propio Chávez. 

Jorge Silva | Reuters
El contexto. En 2013 las universidades públicas decidieron cerrar sus puertas. Trabajadores, obreros, investigadores y docentes acordaron no seguir trabajando hasta que el gobierno venezolano hiciera revisión de sus beneficios salariales. 

La protesta para entonces incluía marchas, toma de esquinas y hasta clases magistrales, una especie de explicaciones en aulas a cielo abierto donde los transeúntes serían los alumnos. 

Decir que todos los estudiantes querían regresar a clases es mentir. Un sector lo tomaba como cortas vacaciones. Otros simplemente recriminaron a sus profesores.  Al final hubo acuerdo, con mesas de diálogos entre todas las partes,  y la vida transcurrió con aparente normalidad.

En este nuevo contexto político y social, el del 2014, se les unió en las decisiones los institutos privados. No hubo esa misma intensidad en la movilización como en el año anterior pero sí actos de solidaridad, al punto de ver educadores detenidos junto a sus aprendices universitarios.

No surgió reflexión por parte de las escuelas de Ciencias Políticas, Derecho, Comunicación Social o Sociología -¿cómo las habría en todo caso con las ausencias laborales?- pero sí esfuerzos centrados en asesorar a los manifestantes arrestados.

Comenzar nuevamente clases, después de carnaval y hasta de varios días declarados como no laborales, implica reencontrar esas micro-comunidades que tienen semanas sin pisar el mismo espacio juntos, de obligar las conversaciones de personas que quizás quieran lo mismo para el país pero que aún no engranan sus esfuerzos en una misma dirección.

Jorge Silva | Reuters
Un cambio.  Una encuesta de la Universidad del Zulia pregunta en su cuenta principal de Twitter: “¿Deben las universidades abrir sus puertas durante las protestas que se desarrollan en el país?”. 9 mil 68 personas (un 62 por ciento de los entrevistados) eligieron la opción: “No, los estudiantes en este momento deben estar en en las calles luchando por sus ideales”.

Al menos en redes sociales se puede inferir una tendencia, pero hasta el uso de Internet ha cambiado. Los profesores ya no tendrían en los salones ante sí jóvenes que usan Instagram sólo para selfies sino para registrar con fecha y hora cuanto ocurre en su localidad, por ejemplo. 

El consumo de información ha dejado de ser pasivo para producir contenidos que se juntan con hashtags o etiquetas en donde se informa al mundo de lo que sucede en Venezuela, un campo que se ha desarrollado sobre la marcha y no en las aulas.

Hay que reconocer que ya no es época de paraguas sino de intemperies. Si el investigador, el docente acepta aprovechar esta movida colectiva, toca convertir la clase en una pista de baile donde se pone el tema y moverse,  sacudir la cabeza.

Los estudiantes, por su parte, necesitan entender que la universidad es suya, que hay que sentirla como su espejo: si no la ven como el reflejo de sus sueños, al igual que el país, es porque tienen que entender que no están soñando y que deben...despertar.

No se puede forzar la conclusión de este proceso en pleno desarrollo. Simplemente toca señalar que la noticia se escribe y que son los jóvenes, los que le decían cuando niños que serían el futuro, los que finalmente puedan terminar de redactarla.
martes, 11 de marzo de 2014
Publicado por: David Padilla g

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