Archive for mayo 2014

Tengo 18 años y no sé qué estudiar



A pocos meses de terminar el bachillerato, dos estudiantes cuentan sus experiencias, sus inquietudes y sus temores antes de su paso a la vida universitaria

Publicado originalmente por El Toque, de RNW

Es un día de semana cualquiera. Mediante la línea telefónica, María, de 18 años, estudiante del último año de bachillerato en un colegio privado católico, desnuda su alma o al menos lo intenta. Habla decidida sobre la inseguridad de su futuro.

 “Me gustaría estudiar derecho porque me parece una carrera bastante bonita. Me llama la atención. Lo que emplea esta carrera de verdad es algo que me gusta bastante pero desgraciadamente no la voy a estudiar. En Venezuela es muy difícil.  Tienes que estudiarla donde quieres crecer, donde tienes que formalizarte y si la estudio acá tendría que hacer un montón de cosas para ejercer en otro país y eso se me complica”.

En su cuenta de Facebook luce como una chica sin rasgos extraordinarios. Destaca su cabello negro largo y sonrisa prominente. En ningún momento de la entrevista se revela si ella forma parte o no de ese grupo de compañeras  del mismo centro de estudio que pese a que no saben qué estudiar a futuro, desde hace poco más de un año pagan una cuota mensual para la fiesta y el viaje de graduación ahora a poco menos de tres meses de la fecha.

“El camino más bonito para mi es estudiar en la universidad, prepararse, en otros casos hacer especializaciones para crecer así profesionalmente”, dice. Está clara en que desea continuar estudiando.

Una prueba vocacional le indicó a ella, al igual que a todos los estudiantes del penúltimo año de diversificado del país desde hace menos de quince años, que pertenece a esa parte de la población en el que prefiere carreras universitarias de larga duración que las cortas.

Sus respuestas por teléfono son largas pero concisas. Eso permite revisar mientras las informaciones que se generan ese día: la rectora de la Universidad Central de Venezuela será interpelada en la Asamblea Nacional por presunto caso de corrupción; dos universidades privadas de Maracaibo cerraron por disturbios tras las manifestaciones de sus estudiantes; la principal universidad pública de la misma ciudad amenaza con pararse en apoyo a estos jóvenes además de otros asuntos administrativos.

Pese a no mencionar estos elementos en la entrevista, María señala que le preocupa. Ya se ha enterado de todo esto por Twitter  y por un grupo de amigos en Whatsapp.

“Estamos en un país donde es muy difícil ejercer esta carrera porque las leyes no son cumplidas correctamente”, menciona al retomar el tema de por qué no estudia derecho en Venezuela. Menciona cómo sus padres siempre han sido abiertos y le han dado la oportunidad de escoger. Reconoce que han estado preocupados por su indecisión “porque ya debería tener el futuro bastante claro”, pero están abiertos a apoyarla ante cualquier escenario.


“Yo le diría a quien esté como yo a que evaluara todas las oportunidades, uno siempre debe buscar la felicidad de sí mismo y no complacer a nadie más”, añade.

En números

Foto sin crédito
El estado venezolano garantiza la gratuidad de los estudios hasta el cuarto nivel. Es decir, una carrera universitaria o técnica está cubierta, incluso con algunos elementos como equipos de computación prometidos recientemente por el gobierno de Nicolás Maduro.

“He ordenado que a todos los estudiantes del país se les entregue una tableta para sus estudios”, llegó a decir el mandatario nacional durante la firma de un acuerdo con la empresa surcoreana Samsung.

Sin embargo, esto ha acarreado problemas como los cupos de ingreso.  En la Universidad del Zulia, por ejemplo, esto se ha notado más en medicina, una de las carreras más demandadas junto a derecho y comunicación social.

El centro de educación superior indica que en 2007 ingresaron 1800 estudiantes mientras en 2011 solo 550. La disminución se debe a la falta de presupuesto para reponer personal y a las limitaciones de infraestructura en los salones y hospitales. En resumen hay unos 250 profesores para atender a unos 6 mil estudiantes, cifra que atenta contra una formación de calidad.

Estos números se han visto alterados por la deserción tanto de docentes como de estudiantes tras los eventos del primer trimestre de 2014.

Paola, que tiene 17 años, está casi a punto de graduarse como María y vive en otra entidad del país, sabe muy bien de esta situación. En donde ella reside no hay ninguna opción para continuar con una carrera larga por lo que ha seguido muy bien los acontecimientos para saber si tiene una oportunidad de ingreso.

“Mi profesor de orientación no me ayudó en nada”, exclama. A cinco meses para su graduación, descubrió por una compañera que habían cerrado las inscripciones a todos los procesos en las carreras que pudiesen interesarle. Ese día, según cuenta, tomó el teléfono de su mamá y comenzó a llamar desesperadamente a cuanto familiar tuviese para conseguir información.

“Un primo finalmente me dijo que habían postergado todo por las guarimbas y que creía que podía inscribirme (…) En cualquier momento voy a tener que viajar con mis papeles para averiguar mejor”, indica.

Ella quería originalmente medicina pero con el promedio no estaba segura de conseguirlo. “He escuchado que todavía con 19 ó 20 puntos (la máxima calificación) hay gente que no ha entrado”. Añade diciendo que su aspiración es odontología aunque de no lograrlo intentaría nuevamente el año que viene.

Mira de reojo con cara de insatisfacción y concluye revelando su plan alternativo: “mientras tanto hago un cursito de inglés o algo así”.


Otras opciones

Según el más reciente contrato colectivo para trabajadores de las universidades
públicas de Venezuela, un técnico superior con tres años de estudio pasa a ganar exactamente lo mismo que uno que ha optado por una carrera de cinco o seis años, como una licenciatura.

También la prima de profesionalización para estudios posteriores a los universitarios reconoce por igual a alguien que ha hecho un diplomado de alguien que estudió una maestría. El bono por este concepto es de 100 bolívares de diferencia.

Esto, aunado a los sueldos que se discuten cada dos años, trae consigo que alguien con sueldo mínimo, sin ningún tipo de educación, pase a ganar casi lo mismo que alguien con varios títulos en su haber.

“Ninguno de mis amigos ni mis familiares  me ha dicho que debo elegir algo rentable. Tienen muchas expectativas conmigo por las notas que tengo, por el rendimiento que doy”, dice María al planteársele una alternativa específica: un curso de nueve meses de peluquería en una cadena reconocida de Maracaibo con la que puede llegar a ganar en un mes productivo -como diciembre- lo que tardaría en todo un año como empleado universitario.

“¿En serio? Yo como que voy a terminar haciendo eso”, dice entre risas Paola. Ambas concuerdan en que respetan a quienes opten por ese camino pero no lo tomarían porque sus padres le han enseñado en trazar el suyo por las universidades, tal como ellos, pese a que ahora luce como todo un enigma.
lunes, 26 de mayo de 2014
Publicado por: David Padilla g

Amnistía: la palabra esperada

“Quizás las historias que menos toquen los medios, por lo repetitivo que pueda parecer, sea la visión de la familia ante la falta de amnistía”. La Real Academia la Lengua Española, RAE, define amnistía como el olvido legal de delitos. La oposición al gobierno venezolano lo incluye en su diccionario como la carta principal para el proceso de diálogo en el país. Desde aquel encuentro televisado, el pasado mes de abril, entre el gabinete de Nicolás Maduro y las fuerzas políticas que lo adversan, la palabra se ha colado en los titulares por la petición de un instrumento legal donde se dé libertad a todo aquel apresado durante la llamada “Revolución del Siglo XXI”.
Nombrar a Ivan Simonovis, sentenciado a 30 años de cárcel por los sucesos de abril de 2002, es tocar uno de los casos más sonados por su condición médica pero en ese abanico no se sopla al dirigente político Leopoldo López y a los alcaldes Daniel Ceballos y Enzo Scarano, presos civiles en instalaciones militares inculpados por los sucesos del primer trimestre de 2014. Entre toda la carne que no ha caído en esta brasa están los estudiantes, al menos no entre las solicitudes oficiales.
Naibet Soto, una de las activistas en Internet que más ha ayudado a dar luces en el conflicto criollo, resalta como un ejemplo lo sucedido la primera semana de mayo: se llevó a tribunales la audiencia más grande de nuestra historia justamente con jóvenes detenidos por acampar en espacios públicos como medida de protesta. La jornada arrojó un saldo de once presos, cuatro con libertad bajo fianza y 156 bajo régimen de presentación. 
“Cada sentencia contra un estudiante es un aval a la criminalización de la protesta, por lo que tenemos 11 nuevos presos políticos”, indicó en su cuenta de Facebook, Soto.
La Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, difiere con el término. En una reciente declaración a la prensa local usó el término para diseccionarlo: “los presos políticos están presos por sus ideas y en Venezuela los privados de libertad tienen delitos”. Esto la ha llevado a decir que estaría de acuerdo con una hipotética Ley de Amnistía “siempre y cuando no implique impunidad”.
La ficha que destranque este juego de dominó quizás se consiga con la sociedad, organizando el clamor y redirigiendo la consulta, ya con más peso, hacia el estado. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha dejado claro que la petición no golpeará sin fuerza en la mesa de diálogo. El secretario ejecutivo de este conjunto de partidos opositores, Ramón Guillermo Aveledo, llegó a asegurar que agotarían todas las vías y eso incluye la recolección de firmas para proponer el instrumento legal ante la Asamblea Nacional. 
“Nosotros planteamos en el diálogo la Amnistía, porque pensamos que era el camino más práctico, pero el gobierno no quiere. En eso nosotros tenemos derecho a buscar el respaldo en la gente”, indicó a la prensa Aveledo, dejando claro el camino.
El otro lado
Quizás las historias que menos toquen los medios, por lo repetitivo que pueda lucir, sea la visión de la familia ante la falta de Amnistía. En una carta, de dominio público en 2013, la hija de Ivan Simonovis indica parte de su sentir: “Esta es la segunda vez que les escribo. No me da pena insistirles. El dolor puede más que la pena. Les juro que ya no puedo más. Ya me cansé de llorar. Estoy agotada. Quiero pedirles de nuevo un poco de clemencia. Ya mi papá, Iván Simonovis, y todos nosotros, su familia, hemos sufrido demasiado. Sufrir cansa. Llorar cansa (…) Un gesto de nobleza no les va a hacer perder nada de lo que tienen y, en cambio, los hará más humanos. Quiero volver a tener 15 años y un padre a quién abrazar. No tengo más argumentos. Solo un exceso de dolor”.
Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, en diversas entrevistas ha dejado clara su posición de no rendirse hasta que se libere al dirigente. Se ocupa tres veces a la semana en visitar al dirigente y de ir con sus hijos, Manuela de cinco años y Leopoldo todavía de meses. “(Manuela) me ha preguntado mucho por él. Siempre le digo que está en un entrenamiento  militar en un edificio y que estará por un tiempo ahí por Venezuela. Que está haciendo ese entrenamiento para Venezuela y por Venezuela”, dijo recientemente al diario El Nacional.
Su agenda, sin embargo, no coincide con la de la familia de Simonovis o con otros presos en similares condiciones, ni mucho menos con la de la MUD que justamente busca impulsar un instrumento legal para liberarlos a todos. No hay un principal propulsor ni demandante, sólo voces en coro donde se incluye a los padres de estudiantes y a aquellos que ven vulnerados sus derechos.
La amnistía
Según la Organización No Gubernamental Foro Penal Venezolano, ya se han realizado 2 mil 569 detenciones en Venezuela desde el 4 de febrero. Ocho personas detenidas con condiciones especiales, 130 privados de libertad y 1436 personas con medidas cautelares. Todo esto ocurrió mientras se hablaba de diálogo y de paz.
Pedir amnistía para todos ellos se hace imposible y más con las condiciones de proceso penal. La MUD contabiliza entre 2 mil y 3 mil retrasos en enjuiciamientos, por lo que una ley en este tipo debería ser minuciosa, detallada y tomando en cuenta a esta población que sufre una lenta agonía en las cárceles venezolanas mientras determinan si acaso son culpables.
En los últimos quince años el instrumento legal sonó en boca del gobierno venezolano una sola vez: en 2007 cuando mediante decreto fue sobreseído todo aquel relacionado a los hechos de abril y diciembre de 2002, aunque con algunas restricciones. Para entonces, el mandatario Hugo Chávez informó que se haría como “demostración de que queremos la paz y que haya fuerte debate político y social pero en paz”. No hay señales de que se vaya a repetir esa experiencia firmada por un hombre que también obtuvo de un presidente el olvido legal por sus delitos, pero las intenciones están.
Falta ver si llega el tan anhelado momento donde esa palabra se incluya legalmente en el diccionario venezolano.

*Fotografías sin créditos adjudicados. Si conocen al autor o autora, no duden en indicarlo. 
martes, 13 de mayo de 2014
Publicado por: David Padilla g

Antes de las nueve

Reviso mi agenda. La primera parte de la mañana consiste en comprar pasaje de bus para viajar a Caracas a final de mes, ir a la facultad para pedir una constancia de que hago un posgrado y llegar lo más cercano a las nueve de la mañana a la oficina sin gastar más de mi quincena en transporte.

El reto comenzaba desde muy temprano en Maracaibo.


Fotografía: Nathalie Fernández
7.32 am. Salí de mi casa. Mi mente estaba en dos pasteles con queso y un taxi en la línea a dos cuadras pero mi cuerpo se topó con ambos locales cerrados.  “¿Vas?”, alcanzó a decir un taxista que recién llegaba en un sedán con pocos años de antigüedad.

- Yo creo que dentro de poco vamos a subastar las carreras. Para como está la situación, para allá es que vamos.

Se disculpa conmigo porque el precio al terminal privado subió de 80 bolívares a 100. Se queja de la falta de repuestos, del precio de los insumos de reposición, del costo de la vida, del dólar y de la ausencia de propuestas de la oposición al gobierno nacional.

-Ve. Fijáte cómo están en esa esquina. Desde la madrugada andan esperando para comprar una batería.

Señala por varios segundos un establecimiento donde la hilera de vehículos se formaba. El primero era un carro por puesto. Con crema para zapato como tinta tenía marcado el número uno encerrado en un círculo. Sucesivamente la fila serpenteaba entre una mueblería, kioscos y un pequeño supermercado.  

Los automóviles lucían de todo tipo y algunos auxiliaban a otros que se quedaban durante la espera.
-Yo la verdad no sé a dónde va a parar todo esto.

A su lamento le siguió el silencio. Al llegar a la estación de bus me despidió como un padre lo haría con su hijo con un viaje de por medio.

-Que Dios y la Chinita te protejan

8.05 am. Varias personas llegan, probablemente de Caracas. Entre el bullicio y el ajetreo de las maletas hago espacio hasta acercarme a la venta de boletos.  Una chica de unos treinta y tantos mira el monitor mientras teclea con cierta dificultad por las uñas artificiales color rosa de tres centímetros de largo.

Le hago saber el destino, la fecha y la hora que quiero tras un saludo. Apenas devuelve los buenos días. Sin quitar la vista de la pantalla, acierta con la selección, pasa la tarjeta de débito, coloca el sello y resalta con bolígrafo los datos que no debo obviar.  

Me grita algunas indicaciones por el orificio que deja el vidrio de la taquilla. Asiento y me despido casi con la misma frialdad con la que me atendió.

Cruzo la calle. Una señora de cabello gris, con varias bolsas en sus manos y un pantalón más ajustado de lo que debería me indica que puedo tomar cualquier bus porque todos pasan cerca de mi próximo destino.

-Preguntá de todas maneras, no vaya a ser que terminéis en el coño viejo.


Pasarela de Humanidades. Crédito: Noticiaaldía
Le hago caso y me monto en una destartalada chatarra que me cobra menos de un tercio de lo que me cobró el taxi de ida.  Recorre lentamente una ruta que usualmente no visitaría un miércoles en la mañana  o nunca.

Me deja en una pasarela que tardó años en construirse y que hoy poco se usa. Se erige como un verdadero monumento pero poco queda de su idea original. La paso con sigilo, siempre buscando estudiantes con los que pueda compartir el camino.

Apresuro el paso en el campus universitario. Camino en zigzag entre estudiantes que retoman los espacios después de meses de ausencia, entre monte con semanas –quizás meses- sin podar y de vendedores informales ubicados en puntos estratégicos y que hasta mango con adobo tienen en su portafolio de ventas.  

Llego algo agitado, con sudor en la frente, al posgrado. Me consigo con una cola de tres personas. Después de mirar a los lados y de ver las caras de resignación lo entiendo. No había nadie en la caja.

8.45 am.  Para pedir la constancia de estudio basta con pagar y pedirle a la secretaria docente que firme el documento. El sistema de pago estaba caído al momento de mi llegada y la señora que recibía posteriormente el trámite no había llegado.

-He venido dos veces en menos de un mes a inscribirme y me han peloteado. Lo malo es que yo no soy de aquí.

Otra chica de la cola comparte un comentario similar a diferencia que vive más lejos, o en el coño viejo como diría la señora frente al terminal.

Facultad de Humanidades y Educación LUZ. Crédito: LUZ
En menos de diez minutos ya me veo sentado en unas sillas aguardando por mi turno para pagar.  Un hombre trigueño, atareado con varios papeles, recibe el cobro y me despacha con dos toques en la mesa.

La siguiente en el tramo burocrático no ha llegado, pero logro contactar a su asistente. Gracias a ella descubro que la más buscada tiene siempre un collar y un dije con su nombre, como si se tratase de un pastor alemán.

-Es fácil de ubicar gracias a eso.

La secretaría pícaramente se sonríe por la gracia buscando complicidad. La acompaño en el gesto.

Me largo con el mismo trote apresurado de la llegada. En el camino saludo a profesores y me consigo esperando taxi a las mismas personas que vi en la caja. Una de ellas me mira, como si me conociera de toda la vida, y me hace un gesto de solidaridad.

-Uno en este país no sale de una cola.

Ya estaba sobregirado por 10 minutos de mi hora de entrada. Llegar antes de las nueve de la mañana ya no era posible. Mi meta ahora era salir del recinto universitario y chequear lo más pronto posible en mi sitio de trabajo.

No tardó mucho en llegar una antigua Jeep Wagoneer con ventanas de color oscuro y una corneta que haría temblar a los cargueros en el Lago de Maracaibo. Un hombre casi de mi edad se asoma del carcamal, despliega un chiste al coordinador de las salidas y me invita a montarme.

-Verga chamo, te llevo nada más porque voy a la intendencia (justo diagonal a mi destino).


Me comenta que es recién graduado en informática en un politécnico que “no se paró a diferencia de los sinvergüenzas estos” durante los eventos de febrero y marzo pasado en Venezuela.

En menos de veinte minutos que dura la travesía revela que no está de acuerdo con ninguna posición política en el país y que realmente  necesita ver un cambio lejos de las opciones tradicionales.

Antes de dejarme frente al edificio garabatea su número telefónico y su nombre en la parte posterior de un papel publicitario que tenía en el tablero del carro y me lo da.

-Cualquier verga, si necesitáis un taxi aquí estoy.

En la espera del ascensor comentan que en la mañana sacaron leche y galletas de soda en el supermercado de la esquina. Una señora más joven que la otra lamenta no haber llegado a tiempo mientras que la segunda revisa su teléfono.

-Después volvemos a pasar a ver si vuelven a sacar algo.

Subo al piso once. Saludo durante todo mi camino a la máquina chequeadora. El reloj me deja saber que llegué 43 minutos después de las nueve.

Enciendo el computador. Guardo parte del almuerzo en la nevera. Me percato de que la conexión a Internet no despeina de rápido pero funciona. Me relajo. El día comienza.
jueves, 8 de mayo de 2014
Publicado por: David Padilla g
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El cantante de Uniseis

Es un viernes a mitad de mañana. El sol en Maracaibo está para dejar ciego a quien no lleve lentes oscuros y hasta para derretir la tinta de los periódicos. 

El bus de Uniseis hace su acostumbrada ruta por el corredor vial de Cecilio Acosta con pocos usuarios. En una de las tantas paradas de su camino, sube a bordo un personaje trigüeño, en sus veintes, con camisa manga blanca y rayas azules, pantalones turquesa hasta las rodillas y zapatos amarillos. 

Lleva el cabello corto, casi al ras, con una fina y sencilla trenza bajándole desde la parte posterior de su cabeza hacia la zona baja de la espalda. La punta finaliza con pequeñas ligas de colores y sus anteojos oscuros tienen un marco que le hace juego con el calzado.

“Ante todo buenos días”, dice. No consigue respuesta. Repite el saludo con tanta intensidad que la reacción natural fue de varias señoras tocando su cartera o bolso creyendo que iban a ser atracadas. 

-Vengo a cantarles algo para que disfruten.  

Saca debajo de su brazo una corneta del tamaño de una botella de vino. Se ve nueva pero de dudosa calidad. No tiene cables pero sí varios botones y una tarjeta de memoria que rompe la armonía en su superficie. 

Una bachata harta conocida dentro de las radios populares comienza a sonar. No despliega voz sino una pista musical, suerte de karaoke para el intruso.

Al abrir su boca, el tono de la canción concuerda con la del cantante original: un puñal danzante en el corazón a la vista de todos. 

-AMARTE COMO TE AMO ES COMPLICAAADO. PENSAR COMO TE PIENSO ES UN PECAADOO…

Perfora con la mirada, a través de la montura oscura, a varios pasajeros mientras se pasea en el pasillo de la unidad junto a la corneta de fabricación china. Baila moviendo sus hombros mientras el contador regresivo del semáforo se queda en un eterno cinco. 

-YA NO SÉ QUE HACER, PARA QUE ESTÉS BIEN. SI APAGARA EL SOL PARA ENCENDER TU AMANECER. FALAR EN PORTUGUÉS, APRENDER A HABLAR FRANCÉS O BAJAR LA LUNA HASTA TUS PIEEEES.

El coro coincide con la parada más larga del tramo. Mientras anuncia como el autor que sólo quiere darle un beso, el conductor deja en claro que se había llegado a Delicias. 

Como nadie baja o sube, la marcha prosigue. La canción termina justo en el momento de que el bus cruza por el rectorado de la Universidad del Zulia.  No obtiene aplausos pero sí dinero.

Entre monedas y billetes de baja denominación recoge unos 25 a 30 bolívares. Agradece de la manera más educada posible y se baja del bus, como quien ha llegado a su destino. Aprovecha que el semáforo está en rojo, cruza la calle y se monta en un vehículo de la misma ruta pero en sentido contrario. 

”Canta muy bonito”, suelta una señora buscando complicidad. No la consigue. El ambiente sigue con un aire musical dejado por el cantante de Uniseis.
viernes, 2 de mayo de 2014
Publicado por: David Padilla g

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