Publicado por: David Padilla g lunes, 14 de junio de 2010

José “Cheo” Gonzalez definitivamente fue un tipo interesante. Nació en 1950 y se graduó en el 73 como periodista de la Universidad del Zulia (LUZ). Falleció hace par de años y de seguro ya nadie habla de él, aunque parte de su historia sigue vigente en algunas dependencias de esta casa de estudio.

Fue uno de los tantos profesores fundadores de la Facultad Experimental de Ciencias así como dirigente gremial, creador de periódicos y Director de información y Relaciones Públicas de LUZ. Es sin embargo su cargo frente al semanario, que hoy se conoce como LUZ Periódico, donde a modo personal resalta su mayor proeza.
Quizás me adelante con tantos baches históricos en el camino. Sus detractores y seguidores se encargarán de corregir el curso del relato. Me remito a retratar a un hombre que se atrevió a publicar en la prensa universitaria algo simple y sencillo pero casi olvidado en estos días en el periodismo tradicional: una crónica. De hecho, no fue una sola sino las suficientes como para publicar el libro De tierras tintas.

Vale reseñar la tercera publicada que se titula “Le quito los aplausos”, una historia sobre una fiesta donde se cuenta, de manera poética y alargada, cómo un ebrio pierde la vida en manos de unos antisociales, creyendo que éstos eran el entretenimiento de la noche.

Quizás tres líneas destruyan el ambiente que debe tener esta crónica o simplemente se resumió lo que bastaba leer. Lo cierto es que al mirar en retrospectiva, el entorno de cuando fue escrita es el mismo caldo de cultivo para una crisis económica universitaria como la de ahora (probablemente peor) y sin embargo, no vemos en los medios de cualquier tipo esos trazos de irreverencia que lejos de parecer vulgares, dan frescura a lo cotidiano.

Si bien el partidismo -disfrazado de falsa institucionalidad- ha homogeneizado la visión de los periódicos, las radios o las televisoras, también es cierto que no hay abundancia de ideas creativas para hacerles frente y las que dan la talla siguen estando en ese lugar inamovible, esperando que un tercero convierta en primavera el invierno.

Cheo no es el modelo más emblemático a seguir. Lo que sí hay que reconocerle es que se atrevió a alzar su voz en un momento que lo ameritaba, cuestión que le hizo merecedor de enemigos pero también de seguidores que en algún momento reactivaron sus ganas de seguir luchando de otra manera por un país que ahora mismo le hace falta una buena dosis de irreverencia.

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