Publicado por: David Padilla g miércoles, 11 de febrero de 2015


Ante uno de los mayores índices inflacionarios en América Latina, los venezolanos buscamos protección en ropa y electrodomésticos subsidiados por el estado
*Texto e infografía original para RNW/El Toque. Debía salir en diciembre de 2014 pero nunca se publicó. Estamos tan jodidos en Venezuela que sigue vigente. 

Tocar en un texto el asunto del abastecimiento de ropa y electrodomésticos en Venezuela a propósito del pago del bono de fin de año, de la inflación y del dólar paralelo que se come el Bolívar de a poquito, como Pac-man traga pastillas, es tratar de matar al elefante blanco de la economía con la pequeña piedra de “rebaja tus precios para que se mejore”, pero en retrospectiva denota el comienzo de este panorama que hoy se vislumbra.

En noviembre de 2013 el presidente Nicolás Maduro ordenó en cadena nacional la ocupación de tiendas Daka para que se pusieran a la venta de inmediato “a precios justos” todos los productos de su catálogo (entre los que se enumeran equipos de línea blanca, de audio y video) que estuvieran en vitrina y almacenes.

Esta intervención del estado, que los historiadores en el futuro mencionarán como el “Dakazo”, cumplió el deseo del ungido del fallecido Hugo Chávez: vaciar anaqueles y consolidar su discurso donde los problemas del país son responsabilidad del empresariado privado y de factores externos como el gobierno de Estados Unidos. Era el momento de salvar las presiones que imponía el proceso electoral de entonces sobre las decisiones económicas., como bien menciona el economista Ángel Alayón en uno de sus análisis.

Pese a las distorsiones que esto causó y a las advertencias que los especialistas hicieron para el 2014, llegamos al año sin sufragios pero con desabastecimiento y colas en cada esquina.
Una de estas tantas aglomeraciones causó revuelo. Las tiendas Zara, esa cadena de origen español que vendía a altos precios en diversos malls criollos, no sólo reducía el valor de su ropa (porque el gobierno le facilita divisas subsidiadas) sino que las limitaba como la venta de leche, de desodorantes o de pañales a máximo cinco prendas al mes.

Los cuatro dedos de la mano tapando la boca por el asombro no terminaron de llegar al rostro cuando el mundo vio a través de distintas fotografías en las redes sociales al grueso de clientes aceptando con su presencia las -denigrantes- condiciones para adquirir rubros que a simple vista no lucen esenciales en el día a día.

Palabras más, palabras menos, Luis Carlos Díaz, activista en Internet se refirió a esta situación como algo normal en un país que en su actual estado no permite a los jóvenes -o a cualquier habitante- adquirir un vehículo, pagar la inicial de una casa o comprar al menos un equipo tecnológico como un Smartphone. “¿Qué nos queda? Comprarnos una camisa y un pantalón”, resaltó.

La razón se la da el presidente de la firma Datanálisis Luis Vicente León que asegura que en lo que queda de 2014 y parte del próximo año el venezolano de a pie buscará bienes y servicios que le hagan sentir que hizo una compra inteligente.

Entre sus recomendaciones generales está que ante la inflación gigante y la tasa de interés tan baja, el consumidor se abstenga de tener ahorros en bolívares e invierta en su lugar en productos, servicios o formación educativa que con seguridad tienen mejor costo ahora que lo que se espera a partir del 1 de enero.

Si se realiza un listado de seguro los objetos que más solicitarían y pueden pagar los venezolanos serían los que Maduro mandó a vaciar de los anaqueles de Daka.


Tras el Dakazo

A un año del Dakazo, es imposible ya para cualquier comercio mantener inventario en sus almacenes. Si un ente gubernamental o las propias comunidades se percatan de esta situación y repiten el llamado a “precios justos”, se les acusa de acaparamiento y terminan dando a precios de gallina flaca productos que adquirieron probablemente con dólar de mercado negro y que no tendrán manera de reponerlo ante la insuficiencia de la divisa.

Esto ha traído al gobierno, ese que acusa a las organizaciones privadas de monopólicas, a ser el principal proveedor de productos subsidiados gracias a sus convenios con China.

De aquí viene el relanzamiento de programas como “Mi casa bien equipada”, donde se pone a disposición todos aquellos productos que alguna vez se conseguían en Daka con calidad y precios más accesibles para quienes ganan poco más del salario mínimo y estén dispuestos a pasar horas, quizás hasta días, en una cola.

La estrategia hasta ahora ha dejado decenas de interesados en lugares puntuales donde el “frenesí de compras”, como lo mencionan los medios, se evidencia por los que madrugan, se organizan por listas, reciben números con su posición en fila dibujados en cartón y hasta se marcan los brazos para no perder el puesto.

El grupo de venezolanos con billetera abierta también se evidencia en Zara, esa tienda que en sus distintas sedes, las que han sobrevivido tras varios recortes en menos de doce meses, ha tenido que cerrar y mantener un hermetismo para realizar nuevos inventarios de piezas comprados justamente con divisas preferenciales. Pese a eso los especialistas aseguran que aún es pronto para dar un resultado final a estas acciones aunque no proyectan nada positivo a corto ni a mediano plazo.

Mientras tanto el país espera a ver cómo evoluciona el paciente, ese país con una esperanza tan alta como la inflación y la extraña y distorsionada economía que las abriga.


Fotografías: Google Images (Agencias/sin autores conocidos)

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